La NUS (National Union of Students) ha lanzado en los últimos días una campaña de presión a los diputados que firmaron como compromiso electoral no subir el precio de las matrículas. Se insta a los estudiantes a que escriban un correo al diputado elegido por su demarcación pidiéndole que haga cumplir su compromiso. Además, en los edificios de las Student Unions de algunas universidades se han creado “muros de la vergüenza” en los que aparecen las fotos de todos los diputados que prometieron votar en contra de cualquier tipo de incremento de las matriculas. Las cuentas, de hecho, no están nada claras de cara a las votaciones. Hay por lo menos tres diputados Liberal-Demócratas que han confirmado que votarán en contra, a los que se les han sumado otros dos diputados Conservadores que también firmaron su compromiso de no votar a favor del incremento de las tasas universitarias. Gran parte de los representantes parlamentarios de los Lib-Dem están todavía considerando su posición. Nick Clegg, el líder Liberal-Demócrata y la figura más vilipendiada durante las movilizaciones, ha hecho público ya que él sí votará a favor, incumpliendo por tanto su compromiso electoral y con los estudiantes. La división que puede haber entre las filas de los Lib-Dem es más que evidente. Clegg ha reconocido que no todos sus compañeros de partido “andarán sobre el fuego” con él. Ed Milliband, el actual Secretario General del Partido Laborista, quiso también ponerle en jaque y seguir con la presión hacia los Liberal-Demócratas declarando el pasado domingo que la subida de los precios de las matrículas era “un acto de vandalismo”. Añadió además la propuesta de poner en práctica un sistema de tasas progresivas. Alan Johnson, portavoz de los Laboristas, ha cambiado su posición al respecto en los últimos días. Al principio no apoyaba esta medida, porque no la veía viable, pero finalmente ha cambiado su parecer, y ha admitido que sería una opción más justa para repartir gastos entre el Gobierno y los estudiantes. El Partido Laborista se ha mostrado en la última semana mucho más contundente en contra de las medidas que la coalición de Gobierno quiere llevar a cabo y ha anunciado ya su voto en contra. Su posicionamiento viene además acompañado por la negativa a renunciar a uno de sus votos para equilibrar la ausencia del Lib-Dem Chris Huhne, Secretario de Estado de Cambio Climático, que está actualmente en la Cumbre de Cancún y que podría volver expresamente para la votación. Los Laboristas han visto por lo tanto que la crisis de Gobierno que está implicando la puesta en marcha de estas medidas puede crear una importante fractura dentro de la coalición.
Hay, sin embargo, otro partido que se está jugando en las universidades y en la calle. Pretende en cualquier caso recuperar el control que la democracia, se supone, hace recaer en los ciudadanos. Ése es el fin de la marcha que hoy pretende hacerse oír durante las votaciones en el Parlamento. De momento, las ocupaciones siguen en una docena de universidades, a las que se les ha añadido la de un instituto en el barrio londinense de Camden. Si bien es cierto que las protestas de ayer fueron menos numerosas –el cansancio se nota durante un mes de movilizaciones casi continuas-, el ambiente para la gran marcha se prevé caldeado. Una anécdota de lo ocurrido ayer nos puede servir para ilustrar lo que está pasando actualmente en el Reino Unido. Un grupo espontáneo de estudiantes decidió, al finalizar la manifestación, ir a ocupar la sede del Banco Santander que hay en el campus de la Universidad de Leeds. La reivindicación planteaba que mientras muchas librerías se están cerrando en las universidades británicas, los bancos son bienvenidos en todos los campus universitarios. Éste es además un curioso ejemplo de cómo la globalización económica también implica una globalización de los blancos a los que el movimiento estudiantil apunta. El Banco Santander posee oficinas bancarias en prácticamente todas las universidades españolas, pero en su expansión internacional, también está copando los campus británicos. Si en su día fue foco de las protestas que se vivieron en España en contra del Proceso de Bolonia y objetivo de una ocupación en Barcelona, los estudiantes británicos también han entendido que esta situación es paradigmática de la privatización encubierta que medidas como estas están potenciando en la Educación Pública. Los recortes en Educación son además parte de un gran paquete de reducción presupuestaria en todos los sectores públicos. Se trata por tanto del desmantelamiento de las bases del Estado de Bienestar, algo que está pasando por toda Europa, pero que aquí recuerda –y mucho- a la oscura era de Thatcher. El malestar sobre lo que le puede pasar a la Universidad es latente entre los estudiantes y profesores que se están movilizando estos días. No es para menos. El futuro de la Educación Superior está en juego.
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