miércoles, octubre 01, 2008

La directora turca Yesim Ustaoglu gana la Concha de Oro en San Sebastián por La caja de Pandora

Yesim Ustaoglu consiguió con su cuarto largometraje, La caja de Pandora (Pandoranin kutusu, 2008), el máximo galardón del festival donostiarra el pasado sábado 27 de septiembre. La actriz francesa nonagenaria Tsillar Chelton, protagonista de la cinta, ganó además el premio a la mejor actriz. Ustaoglu ha demostrado ser siempre una cineasta consciente, reivindicativa, que no duda en meter el dedo en la llaga, especialmente en lo que concierne a los temas problemáticos de Turquía.

Antes de trabajar profesionalmente en el cine, Ustaoglu estudió y ejerció como arquitecta. Base que se nota en el trabajo del espacio en su primera película, La huella (Iz, 1994), creando una atmósfera claustrofóbica a partir de los callejones y los night clubs en que trascurre este thriller, escrito por Tayfun Pirselimoglu. Su segundo film, Viaje hacia el sol (Günese yolculuk,1999) se carga de tintes más políticos, pese a que los temas principales sean tanto la amistad como el amor. Si bien es cierto que critica de una manera acérrima el nacionalismo turco y el racismo, a las fuerzas de seguridad y su manera de actuar. Trata además el conflicto kurdo con más acierto que otras producciones que se han acercado quizá con menos conocimiento. La última parte del film se convierte en una road-movie, casi elegíaca, que nos recuerda al Yol (1982) del gran realizador turco Yilmaz Güney. Esta película la lanzó ya al panorama internacional, tras ganar el Premio a la Mejor Película Europea en el Festival de Berlín de 1999, así como el Gran Premio del Jurado en Valladolid, entre muchos otros galardones.

Su tercera película, Esperando las nubes (Bulutlari beklerken, 2004) se puede considerar un paso cualitativo en su obra. Más notable que su anterior trabajo, traza un precioso filme alrededor de una mujer perteneciente a la minoría griega póntica. En 1975, a orillas del Mar Negro, una anciana de ascendencia griega, convertida al Islam, de los pocos que quedaron en Turquía tras el intercambio de población entre griegos y turcos en 1923 (que se muestra al principio de la cinta en archivo documental), esconde su historia. Pero el pasado, ya se sabe, pesa y mucho, y acaba saliendo de donde se ha pretendido esconder. Refleja además el caótico ambiente político de los años setenta, con constantes enfrentamientos entre la ultraderecha, con el Partido de Acción Nacionalista, y la izquierda. La cinta, con un guión greco-turco, firmado por Petros Markaris y la propia Ustaoglu, a partir de una novela de Georgios Andreadis, recuerda a un cierto estilo del gran Theo Angelopoulos, por su composición formal (aunque sin sus grandes planos secuencia en movimiento) y por el aire que respira, especialmente insuflado por sus protagonistas.

La cinta estrenada en el Festival Internacional de San Sebastián, La caja de Pandora, tiene como tema principal el alzhéimer, enfermedad que padece su protagonista. Ahora bien, en el trasfondo de este argumento, se encuentra un conflicto intergeneracional. En esta colisión, la gran condenada es la generación de los padres, la generación que Ustaoglu llama “de en medio”. La abuela sin memoria y el nieto que está descubriendo el mundo se entienden, pero los tres hijos de la enferma se quedan en sus problemas personales y cotidianos. "Quería que estas generaciones se cruzaran y que la gente se dé cuenta de lo que pierde en esa parte de la vida, la del medio", sentencia al respecto la cineasta turca. Si bien en esta última cinta no arremete frontalmente contra un problema pura y nacionalmente turco, embiste contra algunos de los grandes problemas de la sociedad contemporánea, tales como la incomunicación o la ceguera ante lo realmente importante de la vida.

Dentro de la nueva generación del cine turco, existe el hartazgo de que toda película que sale al exterior, se ve con unos ojos que la condicionan simple y llanamente a los problemas tópicos de Turquía. En cada producción turca se quiere ver una lucha y una represión interior, cuando hoy en día el cine turco ha sabido ir más allá y hacer filmes que trascienden a los grandes temas universales. Como señala en un artículo dedicado al cine turco en la revista El Cultural, escrito por Juan Sardá, la actriz Selen Uçer, protagonista de una gran película de Ümit Ünal, Ara (2008), en Europa “sólo ven lo que quieren ver”, a lo que añade inteligentemente la documentalista Emel Çelebi, “todos los cineastas de Turquía sabemos perfectamente que cuanto más críticas y politizadas sean nuestras películas, más caso nos harán en Europa”.

Por ello hay que reconocer que la directora Yesim Ustaoglu parte con cierta ventaja (no desmerecida, ojo) respecto a sus compatriotas. Y así se entiende también que desde Viaje hacia el sol, todas sus películas han sido coproducciones europeas: esta primera, alemano-holandesa-turca; Esperando las nubes, frango-germana-greco-turca, y la última, La caja de Pandora, franco-germana-belga-turca. Hay que decir también que esta práctica de las coproducciones se está extendiendo en el cine turco. Hecho altamente positivo siempre que conlleve una distribución también internacional. Esperemos, pues, que tanto este premio como las últimas derivas de los reconocimientos hacia el cine turco, acerquen más a nuestro país una filmografía que en estos últimos años merece ser, cuanto menos, conocida.

No hay comentarios: