domingo, febrero 15, 2009

Moreso y la fiesta neoliberal

El entramado del 22@, en el cual se ha erigido el nuevo Campus de la Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra, se ha construido sobre el terreno en que se encontraba una importante área industrial de Barcelona, así como de viviendas de las clases populares que allí trabajaban. Se trata de un proceso de desindustrialización, del paso entre lo que era el modelo fordista a uno postfordista, en el que el desarrollo y la producción de conocimiento e información se presenta como motor de la economía. Y en el que el paso de lo que era, en la terminología de Zygmunt Bauman, el capitalismo pesado de la modernidad sólida a lo que es el capitalismo liviano de la modernidad líquida, permite la ansiada desregulación que el cuasi ciberespacio en que se encuentra ahora, tratando de alcanzar el ansiado sueño neoliberal del capitalismo total. Es, pues, el paradigma de la urbanización de las ciudades del capitalismo global, en su afán de ser nudos dentro de la red de flujos económicos en que se enmarca la actual Sociedad-red de la que habla Manuel Castells. Estos espacios se constituyen en no-lugares, aquéllos que, según Marc Augé, pierden su conexión radical con el espacio en que se asientan, pues pierden todo rastro de significación, bien de tradición o bien de identidad. En su empeño por habitar la red global, tienen que eliminar la fricción que se da con lo local, rompiendo con la cadena significante que otrora sirvió para dar una forma genuina a la zona.


Entre empresas multinacionales, solares y grúas, se encuentra el campus de Poblenou de la UPF. El significado de su emplazamiento, como pueden ir deduciendo, no es azaroso. Forma parte de un proyecto a su vez dentro del 22@, el Barcelona Parc Media. Promovido por el Ayuntamiento de Barcelona, trata de ser un centro de producción audiovisual en que englobar diferentes empresas e instituciones. Por supuesto, aparte de la gran empresa de la comunicación Mediapro, debería haber más centros de generación de conocimiento que surtieran a ésta y otras empresas del sector. Al lado, literalmente pegada y compartiendo espacios, se erige la UPF, encargada de transmitir a las empresas la investigación generada, como señala la Fundació Barcelona Media Universitat Pompeu Fabra.


La farragosa fricción con lo local, con lo cotidiano, con la fealdad que rodea la parte entendida como un todo, es superada, entre otras cosas, con la celebración extraordinaria de fiestas. Estos actos permiten engalanar por un tiempo lo corriente, lo habitual, lo ordinario. En un estado orgiástico, en una borrachera de los sentidos, se da una ruptura simbólica con lo local. La fricción –en un verbo que tanto gusta a los neoliberales- se minimiza. Hoy en día, el glamour es el que debe coronar la celebración, es una conditio sine qua non de la fiesta, algo sin lo que no se podría entender. Como señala Harvie Fergunson en Glamour and the End of Irony, el glamour es entenderse a sí mismo sólo en la apariencia. Pero la Pompeu Fabra sí que sabe ponerse a la altura y convertirse en glamourosa. Mientras gran parte de las instalaciones no estaban todavía acabadas, mientras muchos servicios no habían empezado a funcionar, mientras el polvo cubría las angostas escaleras del edificio principal del nuevo campus, el rector Moreso se afanó por colocar un día antes de la inauguración del campus el letrero en la puerta, de poner bancos a la plaza, de pintar los accesos al piso menos uno, aún no acabado, de preparar grandes mesas y un buen banquete. La UPF se ponía sus mejores galas para recibir al día siguiente a los grandes mandatarios que asistirían a la fiesta –a SU fiesta-, con la que alcanzaría a ser un importante nudo dentro de la Red.


Pero claro, siempre que hay una fiesta, cabe la posibilidad de que surjan unos aguafiestas. Resulta que no todo el mundo estaba feliz con la idea de que la UPF se conectara a la red de la economía de flujos, del capitalismo global, que se elevara desde la producción local –que también universal- de conocimiento, a engrosar las filas de la producción mercantil de ideas en tanto en cuanto bienes de consumo. Había estudiantes que creían que la relación con las empresas que pasaban a formar parte de su entorno, no sólo no les beneficiaría, sino que suponía un condicionamiento a la investigación realizada por la Universidad y un ataque contra su autonomía. Estos estudiantes pensaron que debían mostrar su rechazo a la significación que tomaba el nuevo campus. Y, por ello, creyeron que era importante abrir un espacio de reflexión y que un encierro era la mejor manera para hablar, discutir y preparar una acción alternativa a la inauguración en la que pudieran escucharles Montilla, Hereu, Huguet, Rubiralta y el propio rector de la Universidad. A la vez, los miembros del PAS, pensaban que sería un buen momento para expresar sus demandas. Moreso se dio cuenta: eso podía empañar los bonitos cristales con que se debía mirar la fiesta –SU fiesta-, el acto de coronación, la sublimación de la Pompeu Fabra.


Digresión a modo de crónica: pocos días antes del jueves 12 de febrero de 2009, Marc Sanjaume, ex representante de los estudiantes en el Consell Social de la UPF, recibe una llamada del rector. Éste, nervioso, le pregunta si sabe si van a encerrarse por la noche, a lo que añade que no permitirá por cualquier medio que lo hagan. Cuando llegamos el día doce a la Universidad, nos encontramos con un aviso extraordinario, el campus se cerraría a las nueve, en vez de a la una como otros días. Y lo que es más grave, cuando a partir de las ocho de la tarde estaba llegando un gran número de personas, cambian las hojas de aviso e indican que el campus se cerrará a las 20.15, intentando impedir que accedieran otros estudiantes. Se impide, de la misma manera, que entre la prensa. Los intentos por conseguir que no entren estudiantes son en vano. Se congregan en la cafetería provisional del campus alrededor de una centena de asamblearios, la gran mayoría de ellos de la Pompeu. Sobre las ocho de la tarde, cuando está empezando la asamblea, recibo una llamada desde la Conselleria de Interior. Se sabe ya que si no salimos del campus, el rector llamará a los mossos d’esquadra para que nos desalojen. Se propone por parte de la Universidad que se nos dejará un espacio en el acto de inauguración a los estudiantes para que expresemos nuestras demandas si abandonamos ya el edificio. Los estudiantes pensamos que ése era un derecho que ya teníamos y no accedemos a la petición. Los mossos aparecen sobre las once y media de la noche. Los setenta estudiantes que permanecemos resistimos de forma pacífica, agarrados los unos a los otros. Los policías nos desalojan de forma violenta, provocando numerosas contusiones y dos heridos, uno de ellos con el labio partido.


La figura de los aguafiestas consiste en reparar la cadena significante que debiera unir lo real y lo simbólico. Lo local soportaría el peso del no-lugar, otorgándole por fin una identidad, mediante el pago, eso sí, de un alto precio: la desconexión como nudo modal de la red, con la vuelta otra vez al espacio local y a lo ordinario. La sublimación instantánea propia de la fiesta no es posible si estas figuras, con su peso, hacen aparición y no dejan elevarse a dicha categoría. Los aguafiestas, al contrario que los fiesteros, tienen un contenido, pero su apariencia es un tanto variable. La fachada con la que se presentaron los aguafiestas el día 12 de febrero, según se materializaba en una pancarta, rezaba: “No volem ser ni el titella d’en Moreso ni la joguina d’en Roures” (No queremos ser ni el títere de Moreso ni el juguete de Roures). El 13 de febrero, la fachada había cambiado y decía ahora: “Moreso dimissió”. El rector no pudo tener la fiesta en paz. Más acertadamente, no pudo tener la fiesta –SU fiesta. Las galas con las que había vestido el campus no lucieron. Recibió una terrible conmoción, que lo devolvió a la farragosa fricción con lo local, con lo cotidiano, con lo corriente. No hubo borrachera, no sintió la orgiástica sensación de la sublimidad del poder. Los estudiantes pidieron su dimisión, las botellas de cava no se abrieron y los canapés se quedaron fríos. El Campus de la Comunicación sigue encontrándose entre empresas multinacionales, solares y grúas. Pero ahora, el cristal por el que teníamos que mirar está sucio. Y por eso todos empiezan a darse cuenta que existe el cristal, antes obviado. Previamente, una minoría de estudiantes se empeñó en decir que detrás de ese cristal no todo era tan bonito. Ahora, quizá sean muchos los estudiantes que se unan a esta minoría.


Comunicado de AEP sobre los hechos ocurridos

Vídeo de la ACN sobre el desalojo

Vídeo de Atlas sobre el desalojo